por Michel Husson, miembro de la Comisión de la Verdad sobre la Deuda
Griega.
“Como
especialista en pensiones (más que como miembro
de la Comisión de la Verdad sobre la Deuda Griega) he recibido
recientemente una invitación para participar en una reunión de
trabajo a petición de los ministros griegos encargados de la
protección social (Athanasía Anagnostopoúlou y Giorgos
Katrougalos). Estos dos ministros están encargados de la
preparación de leyes, especialmente sobre pensiones, y, me
dijeron, “desean consultar ampliamente para resistir mejor a las
presiones de la Troika”. Ahí va mi respuesta, explicando por qué
rechacé participar en esa reunión:
Katrougalos se comprometió a apoyar los trabajos de la Comisión de la Verdad sobre la Deuda griega, a iniciativa de Zoé Konstantopoulou, entonces presidenta del Parlamento.
Pero cuando la elección fue asociarse o no a la rendición de Tsipras, él decidió unirse a una política que había criticado hasta entonces, y aceptó convertirse en ministro de Trabajo, por tanto encargado de las “reformas estructurales”.
Tampoco ha, que yo sepa, protestado contra la disolución de la Comisión.
Por otro lado, el proyecto de reforma de las pensiones reclamado por los acreedores les fue remitido hace algunos días, el 5 de enero. Pero no les conviene, ni por cierto al gobernador del Banco de Grecia, quien piensa que los aumentos de cotizaciones (1 punto para los empleadores y medio punto para los asalariados) perjudicarán la competitividad de la economía griega. Y eso a pesar de una reducción a la mitad de la pensión mínima.
La presunta voluntad de “resistir mejor a las presiones de la Troika” es una trola: Ya, el pasado noviembre, Tsipras cedió retirando un modesto “programa paralelo” ante la amenaza de los acreedores de no efectuar el último desembolso previsto para 2015.
Estoy sin duda especialmente sensibilizado con estas cuestiones (por haber participado en los trabajos de la Comisión de la Verdad) en todo caso no me parece posible apoyar una política que se limita a simular la resistencia”.
Katrougalos se comprometió a apoyar los trabajos de la Comisión de la Verdad sobre la Deuda griega, a iniciativa de Zoé Konstantopoulou, entonces presidenta del Parlamento.
Pero cuando la elección fue asociarse o no a la rendición de Tsipras, él decidió unirse a una política que había criticado hasta entonces, y aceptó convertirse en ministro de Trabajo, por tanto encargado de las “reformas estructurales”.
Tampoco ha, que yo sepa, protestado contra la disolución de la Comisión.
Por otro lado, el proyecto de reforma de las pensiones reclamado por los acreedores les fue remitido hace algunos días, el 5 de enero. Pero no les conviene, ni por cierto al gobernador del Banco de Grecia, quien piensa que los aumentos de cotizaciones (1 punto para los empleadores y medio punto para los asalariados) perjudicarán la competitividad de la economía griega. Y eso a pesar de una reducción a la mitad de la pensión mínima.
La presunta voluntad de “resistir mejor a las presiones de la Troika” es una trola: Ya, el pasado noviembre, Tsipras cedió retirando un modesto “programa paralelo” ante la amenaza de los acreedores de no efectuar el último desembolso previsto para 2015.
Estoy sin duda especialmente sensibilizado con estas cuestiones (por haber participado en los trabajos de la Comisión de la Verdad) en todo caso no me parece posible apoyar una política que se limita a simular la resistencia”.