por Juan Torres López,
Lo que está oyendo y leyendo la mayoría de la gente en los medios de
comunicación en los últimos días es que Argentina ha dejado de pagar a
sus acreedores y que eso es consecuencia de la mala gestión de un
gobierno que se ha apartado de lo que debe hacerse para gestionar bien
los asuntos económicos. Una versión que, como suele ocurrir, se aparta
bastante de la realidad.
Argentina es un país que ha sido saqueado varias veces en los últimos
decenios. Primero, por sus propia oligarquía, bien directamente o a
través de gobiernos de militares fascistas o de civiles que no solo
expoliaron a su pueblo en beneficio de muy pocas personas y empresas,
sino que mataron o encarcelaron a miles de personas para conseguirlo.
También, por grandes empresas y bancos internacionales (entre las que
los españoles ocupan un lugar de honor) que se apropiaron a precio de
saldo de los principales activos de la economía argentina. Y,
últimamente, por los grandes fondos financieros y de inversión
internacionales.
Los dos principales medios que se han utilizado para ese saqueo
(además, como he dicho, de la represión política y del asesinato) han
sido las privatizaciones y la deuda. Mediante las primeras, los
gobiernos corruptos neoliberales vendieron empresas y propiedades
argentinas a grupos económicos extranjeros que se hicieron a precio de
saldo con la mejor parte de la economía de aquel país (ver como un
simple ejemplo: Cómo España vació Aerolíneas Argentinas).
La estrategia de la deuda fue puesta en marcha por la dictadura militar
al servicio de los grandes bancos internacionales y más adelante se ha
ido retroalimentando a base de intereses leoninos y de la gestión
ruinosa de los gobiernos neoliberales.
Para complacer a la banca internacional, la dictadura militar
argentina endeudó al país en unos 45.000 millones de dólares, y a pesar
de que se lleva treinta años pagando principal y deuda y de que ha
habido varias quitas y reestructuraciones, ahora la deuda es seis veces
mayor que cuando empezó la espiral. Algo lógico porque el interés
compuesto que se aplica a los préstamos está concebido justamente para
eso: para que la deuda no solo no desaparezca, sino para que crezca
indefinidamente, sobre todo, si al mismo tiempo se deja a los deudores
sin fuentes propias de ingresos para hacer frente con normalidad a los
pagos.
El origen del problema actual
En 2001 se produjo la última gran caída de la economía argentina que
llevó a la pobreza al casi el 40% de la población. En esa situación un
gobierno interino declaró la suspensión de pagos, lo que permitió que
entre 2002 y 2004 la economía se recuperase, creciendo un 9% anual.
Cuando la situación quedó algo más estabilizada, en 2005, el nuevo
presidente Kirchner propuso una reestructuración de esa deuda dejada de
pagar (lo que significaba seguir pagándola, aunque en condiciones
diferentes) que fue aceptada por el 76% de los acreedores. Y más
adelante, en 2010, la nueva presidenta Cristina Kirchner volvió a
proponer otra reestructuración que ya alcanzó al 91%. Eso significaba
que solo quedaban por reestructurar unos 3.600 millones de dólares.
Se puede afirmar que esas operaciones de 2005 y 2010 fueron exitosas,
aunque no exentas de críticas al aceptar que una deuda inicialmente
ilegítima siguiera siendo asumida por el pueblo argentino. Al menos,
permitieron que la economía se recuperase y que los acreedores siguiesen
cobrando.
Los fondos buitre
El 9% restante de la deuda es la que habían adquirido los llamamos
“fondos buitre”, es decir, inversores que expresamente compran deuda en
riesgo de suspensión de pagos (con tipos de interés muy altos pero con
gran posibilidad de impago) para hacer negocio logrando por vía judicial
que se pague al 100%.
Para lograrlo, los buitres no aceptan nunca ningún tipo de
reestructuración y pleitean en países favorables —normalmente Estados
Unidos o Inglaterra— para reclamar cantidades multimillonarias por los
títulos que poseen. Para ganar solo necesitan que el país se vea forzado
a la reestructuración (y para ello hacen todo lo posible para que la
economía en donde han comprado títulos se hunda) y que un juez les dé la
razón, como últimamente ocurrió en Estados Unidos con la deuda
propiedad de Paul Singer, el propietario de un fondo buitre de menos de
300 empleados que ahora pone en jaque a un país con más de 40 millones
de habitantes.
La connivencia de los estados y las instituciones internacionales
La influencia de estos fondos buitre sobre la deuda de los estados, y
por tanto sobre la estabilidad de sus economías, fue deliberada y
precisamente con el fin de debilitar a los gobiernos ante los poderes
financieros privados. Comenzó cuando en los planes de los años 80 del
siglo pasado dirigidos a “salvar” a las economías periféricas
previamente endeudadas, se permitió que lo que hasta entonces hacía ese
tipo de fondos de inversión con la deuda privada se hiciera también con
la deuda soberana. Y, sobre todo, cuando el llamado Plan Brady permitió
que los títulos públicos pudieran ser canjeados en mercados bursátiles,
lo que multiplicó el número de prestamistas y dificultaba enormemente la
negociación de los gobiernos con sus acreedores, pues muchos de ellos
se ocultaban en el anonimato, justamente, para poder actuar más tarde
como auténticos buitres.
Paralelamente, los organismos internacionales que patrocinaban y
diseñaban todos estos planes obligaban a que los estados incorporasen
cláusulas de renuncia a su propia jurisdicción y aceptaran la de
tribunales extranjeros.
Lo que ha ocurrido ahora
El problema al que actualmente se enfrenta Argentina es que se ha
hecho firme una sentencia de un juez de Nueva York que en febrero de
2012 dio la razón, como siempre pasa en algún lugar u otro, al fondo
buitre de Paul Singer y que obliga a pagarle en su totalidad los títulos
que se dejaron de abonar en 2001.
Como en ocasiones anteriores, Argentina había hecho frente al pago
correspondiente a las condiciones establecidas en la reestructuración
mencionada depositando para ello 539 millones de dólares en un banco
estadounidense. Pero con esta sentencia, el citado juez bloqueó el pago
al establecer que también debe pagarle el 100% y con anterioridad a
quienes, como acabo de decir, no aceptaron la medida, a los fondos
buitre. Es decir, para satisfacer a algo menos del 1% el juez impide que
se siga pagando al 99% restante de los acreedores.
Al bloquear ese pago es cuando se produce la paradoja: hay una
suspensión de pagos (como inmediatamente afirma la agencia de
calificación Standard & Poor’s para complicar las cosas favoreciendo
a los acreedores y disparando las operaciones especulativas) porque los
539 millones de dólares no llegan a los acreedores, pero Argentina sí
ha pagado, puesto que ha depositado el dinero con la intención de pagar.
Y lo malo es que el problema creado por esa sentencia no termina
aquí: cuando se realizó la reestructuración, los acreedores que la
aceptaron lo hicieron a condición de que si algún otro recibía en algún
momento condiciones especiales (como ahora ocurre con el fondo buitre)
el Estado argentino tendría que resarcirlos. Lo que significa que las
indemnizaciones pueden multiplicarse y provocar entonces un problema
insoluble para ese país (un llamado “efecto aceleración” de la deuda).
La otra paradoja es que ahora Argentina está de nuevo de rodillas
antes los grandes grupos financieros a pesar de que ha cumplido
regularmente con sus obligaciones, de que ha manifestado que tiene
voluntad de pagar incluso la deuda que aún tiene en suspensión de pagos
desde hace años, a pesar de que los acuerdos se consideraron favorables
para la inmensa mayoría de los acreedores y a pesar de que ha aceptado
todas las resoluciones judiciales. Le ha pasado lo que decía Rose Park
que le ocurrió a la comunidad negra de Estados Unidos: “cuanto más
obedecimos, peor nos trataron”.
Las conclusiones de esta historia tan rápidamente expuesta son
claras: al no haber tribunales internacionales especializados y
realmente independientes, los pueblos están al albur de quienes pueden
influir en cualquier juez del juzgado más inhóspito. Las operaciones
puramente especulativas y los financieros que deberían de ser un crimen
económico contra la humanidad gozan de plena libertad mientras que los
gobiernos representativos han de actuar con las manos atadas. El negocio
de la deuda se nos impone a todos y por encima de cualquier otra lógica
social o necesidad humana. Es el imperio de los buitres sobre el mundo y Argentina volverá a pagarlo si el mundo no reacciona.
Para saber más:
Vicenç Navarro y Juan Torres López. Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero. Planeta 2012.
Fuente: http://blogs.publico.es/juantorres/2014/08/04/argentina-en-el-imperio-de-los-buitres/
Fuente: http://blogs.publico.es/juantorres/2014/08/04/argentina-en-el-imperio-de-los-buitres/